Tras siete años de matrimonio y dos hijos de 2 y de 5 años en común, Fran y Pilar han decidido separarse.
El estrés generado por el trabajo, la falta de tiempo, los problemas domésticos y el fin del efecto novedad han desembocado en una apatía y una sucesión de enfrentamientos que no han logrado superar.
Siempre es doloroso deshacer una familia, pero cuando existe la certeza de haber agotado todos los recursos para seguir adelante y se toma la decisión de poner fin a la relación, lo mejor es intentar que la situación sea lo menos dura posible para todos, especialmente para la parte más débil de la familia: los hijos.
El hecho de que haya aumentado el número de divorcios suaviza el estigma que antes suponía para los niños: cada vez es más frecuente que los hijos de padres separados tengan amigos en su misma situación y puedan compartirlo.
Pero eso no significa que sea menos duro para ellos, y por eso necesitan que sus padres se lo pongan más fácil.