Desde bebés
A tu hijo le sorprenderá verte disfrazada con un sombrero o un bigote (no que te tapes la cara con caretas) o que le disfraces a él ante el espejo (un truco: píntale la nariz sin que lo note y si al verse en el espejo se la intenta tocar, es que ya se reconoce).
Por qué les gusta
Sobre todo desde los 2-3 años, porque les permite desarrollar su imaginación y creatividad, negociar normas (¿de qué nos disfrazamos?) e interpretar roles.
Qué aprenden con este juego
Desarrolla la empatía (ponerse en la situación de otro, comprender los sentimientos de los demás) al tiempo que refuerza el “yo” del niño (puede vivir experiencias positivas y de poder, disfrazado de su héroe) y le ayuda a interiorizar conductas y reglas. También estimula el vocabulario, libera tensiones, aumenta la autoconfianza, facilita el pensamiento simbólico…
Cómo fomentarlo
Prepárale el “baúl de los disfraces”: mete prendas tuyas (chaleco, pañuelo, sombrero, bata, corbata…) y sus disfraces (de médico, pirata, princesa, animales…). Juega con él a disfrazaros juntos e interpretar papeles (por ejemplo, los de un cuento que le guste). Y ve preparando su disfraz de Carnaval.