Tu hijo tiene muchas formas de demostrate tu cariño, te decimos algunas de ellas:
En tus brazos soy feliz
Con solo unas semanas de vida el bebé se siente feliz y seguro en los brazos de papá o mamá.
Su aspecto de relajación y su sonrisa, aún carente de sentido “social”, tienen el efecto de despertar en sus progenitores el afán de protegerlo y al mismo tiempo les demuestran que lo están haciendo bien. De este modo empieza a tejerse una relación de amor y de confianza mutuos.
Déjame tocarte
Hacia los 4 o los 5 meses el bebé comunica mediante su lenguaje corporal la atracción que siente hacia su madre.
Cuando está en sus brazos la huele, o mira su cara, o la toca y sonríe, en un gesto que indica lo bien que se encuentra con ella. Incluso a veces se lanza a explorar su rostro con su boca, dándole “mordiscos de cariño”. Son los precursores de los besos, que aparecerán más adelante.
Me gusta imitarte
La sintonización entre madre e hijo es cada vez mayor. Él observa su rostro, que le atrae más que ningún otro, ella imita sus expresiones y él hace lo mismo, en un proceso que es a la vez muestra de amor y base de su aprendizaje.
En estos intercambios el niño va intuyendo ya que sus acciones provocan una respuesta en su madre.
¿Por qué te vas?
Hacia los 8 meses, cuando comienza la etapa del miedo a la separación, el pequeño llora al ver que mamá o papá se alejan.
Esta reacción forma parte de su evolución y tiene un aspecto muy positivo: confirma que ya ha creado un fuerte vínculo entre ellos.
¡Vamos a charlar!
Aunque todavía no sabe hablar, el bebé se lanza a parlotear y la reacción de su madre, que le responde con vocalizaciones parecidas, le estimula a seguir.
Estos balbuceos compartidos, primeros intentos de comunicación oral con la persona que más quiere, son la base del lenguaje. Gracias a ellos hacia el año de edad dirá su primera palabra, seguramente “mamá” o “papá”.
Contigo me siento tranquilo
¡Cómo se alegra el bebé al ver aparecer por la puerta a sus padres! Su cara se ilumina y se lanza a gatear hacia ellos o levanta sus brazos para que le cojan.
A esta edad (10-11 meses), cada vez demuestra de una forma más evidente cuánto los necesita para sentirse relajado y feliz.
¿Quieres ver mis juguetes?
Hacia los 12 meses el niño considera sus juguetes como parte de sí mismo. Por esta razón el hecho de prestarlos (luego vuelve a cogerlos porque aún no es capaz de prescindir de ellos) tiene un significado especial e indica que la persona con la que los comparte le importa mucho.
Dame un beso, mami...
Alrededor del año, los mordiscos y chupeteos de los primeros meses han evolucionado ya a los besos de verdad. En una prueba de amor inequívoca los da por iniciativa propia y en momentos inesperados.
Y con ello revela una faceta de su carácter: si es mimoso o no. En esto influyen los genes, pero también el ejemplo de las personas a las que quiere: cuando más le besen y le abracen, más le gustará a él hacerlo.
¡Qué divertido es jugar juntos!
Reír juntos, compartir momentos de alegría y juego afianza el vínculo entre una madre y su hijo. Ella disfruta al verle disfrutar y sus caras reflejan la misma felicidad.
La madre puede ponerse en la piel del pequeño y vivir sus emociones como propias gracias a que tiene empatía, una capacidad que en parte es innata pero que el bebé desarrollará con el ejemplo materno.
¡Tenía ganas de verte!
Hacia los 2 años el niño es más independiente, pero necesita a sus padres tanto como el primer día.
Así lo evidencian el gran abrazo a su papá cuando éste va a recogerle a la guardería, o el gesto de acurrucarse en el regazo de mamá buscando calma tras una tarde de emociones.
No llores, amigo
A medida que crece el peque empieza a dedicar muestras de afecto a otras personas que no pertenecen a su entorno más íntimo.
Es capaz de comprender la pena de otro niño, por ejemplo, y de intentar consolarle como sus padres hacen con él.